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El 22 de marzo de 2014 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Minoría de edad del misterio”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
Minoría de edad del misterio.
Hans Georg Gadamer (un centrocampista creativo de los años 20 y 30 del Bayern de Múnich) cuenta una versión de la famosa anécdota de Tales de Mileto, que se habría caído a un pozo por mirar a las estrellas. Y qué ‘risión’ todo el mundo. En realidad, indica Gadamer, Tales habría bajado voluntariamente al pozo para usar su forma cilíndrica como un telescopio, lo que le permitía fijar los cuerpos celestes en su vista con más facilidad. Lo importante no es la rudimentaria técnica usada o su mayor o menor fiabilidad: lo importante, remarca Gadamer, es el impulso que llevó a Tales a proceder de esa forma: se unen en su acción la astucia teórica y el incómodo riesgo de bajar al pozo y luego salir de él. Tales no pretendía agradar a la mayoría, ni ofrecerle un producto predigerido o adquirible en cómodos plazos; intentaba comprender un fenómeno que tenía ante sí, sin engañarse a sí mismo ni a los demás.
Cuando tienes 15 años es normal (pero no necesario) pensar y creer cosas que a los 25 te dan vergüenza (espíritus que se manifiestan en caserones, imposibles monstruos lacustres, aviones desaparecidos capturados por los extraterrestres -como asegura un buen número de idiotas estos días que ocurrió con el vuelo de Malaysia Airlines- en el inexistente “triángulo de las Bermudas” y tantas otras patrañas fabricadas por el incompetente periodismo del misterio). En algunos casos esa especie de liberación de la opinión fabricada y divulgada comercialmente se produce antes de cumplir 20 y tantos. Otros pasan de 40 viviendo en los mismos mundos de Yupi que cuando leían a J. J. Benítez, malgastando su tiempo miserablemente en lugar de leer a Baroja o ver un partido del Seis Naciones. Mucha gente se queda trabada en esa dimensión paralela, como los fantasmillas de la película Poltergeist. Pero esa dimensión paralela no es la de los ocultistas, que se inventaron un mundo alternativo forrado de seda porque éste está todo hecho de materia, cosa mala; es el de la gente con criterio loco, la de los contentos con las bazofias administradas por empresarios del espíritu. Es gente podría comparar a Coelho con Nietzsche, a una murga con The Sixteen o a Iker Jiménez con James Randi, y todo ello sin despeinarse.
A menudo pienso que gran parte de los seres humanos desea ser engañada, que lo necesitan como comer. Y aquí aparecen los que socorren a estos necesitados, los que adulan al lector y se muestran contentísimos de haberse conocido. Otros prefieren preguntarse por las causas reales de los hechos, transmitir la duda, sin necesidad de engaños pseudo-alternativos, ya sea mediante friki-religiones, sectas, “hechos condenados” o “de frontera” y estupideces variadas. Puede que todo esto sea una debilidad innata, una debilidad útil, un producto de la adaptación psico-histórica de los humanos, un resultado inevitable de haber sido arrojados al mundo y de comprobar que no tenemos sentido. Los más ilusos creen que es algo impuesto, y que con instrucción y cultura podemos vernos libres de esa basura como quien se quita el piche del cuerpo que ha pillado un bonito día de playa.
Yo creo que hasta el más desvergonzado vendedor de patrañas intuye o sospecha todo esto con frecuencia, pero, como es un vampiro de las mentalidades ajenas, se aprovecha y construye señuelos como zanahorias para el burro en forma de cuentos sobre la trascendencia y la vida en el “más allá”. Dejando al margen a las religiones históricas, el ejemplo clásico es el de los best-sellers que relatan experiencias “más allá de la muerte”, y que van desde Raymond Moody al circo de Anne Germain, más alguno que se ha subido al carro a última hora. Están llenos de testimonios, pero no sirven como pruebas, como es sabido. Y tal realidad extraordinaria requiere pruebas a la altura para darla por cierta, no recuerdos. Mantengámonos alerta contra los vendedores de la psicología popular y paranormal. Le venderán la felicidad y la vida en el más allá por un puñado de euros. Si usted razona y usa el pensamiento crítico se lo pondrá más difícil, como hizo Tales hace 2.500 años al no conformarse con la palabrería de uso común sobre lo que veía en el cielo. De esta forma se hizo mayor de edad.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 24Mar2014.