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El 5 de marzo de 2014 se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife” el artículo titulado “Engaños astrales”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
Engaños astrales.
El ocultismo es un producto del siglo XIX, aunque gran parte de sus temas y creencias provengan de los siglos previos, como una corriente de imaginación que se ve afectada por el pensamiento científico (empirismo, materialismo, aportación de pruebas confirmatorias, etc.). El resultado es una especie de sincretismo en el que el vitalismo y las nociones supernaturalistas se reacomodan en un mundo que ha procedido a la evacuación de esos ámbitos del más allá humanos, demasiado humanos. Un kairós (tiempo propicio, altura de los tiempos) a la baja lleva a promocionar lo supuestamente sobrenatural o espiritual como si hubiese conseguido un sello de calidad en algún laboratorio científico, como si el espíritu universal animador y las conexiones de correspondencia entre las diferentes partes del cosmos pudiesen ser introducidos en un matraz y filtrado a través de un serpentín hasta decantar antiguas creencias refrendadas por el procedimiento y lenguaje de la ciencia. Se trata de una forma elegante y aterciopelada de arrimar el ascua a la sardina. Los restos de la fracasada Nueva Era se venden en la plaza pública como cualquier otra artesanía.
En el supermercado ocultista una de las mercancías de línea básica es el viaje astral. Se supone que de manera involuntaria (mientras se duerme) o voluntaria, con la práctica, el alma o “cuerpo energético” puede salir del cuerpo físico y vagar de un lado para otro sin limitaciones físicas y temporales. Muy bonito y muy de super-héroe, pero no hay pruebas científicas que demuestren que tal cosa sea posible. Ni siquiera nadie ha probado, previamente, que exista algún ente más o menos fantasmagórico constituyente esencial del ser humano que pueda evadirse un rato del receptáculo material y tener percepciones por su cuenta. La creencia en tal cosa fue codificada por la maestra del ocultismo del siglo XIX, Madame Blavatsky, que fue de todo menos una fuente confiable científicamente hablando. Habló de que tenemos siete cuerpos, uno de los cuales es el “astral”, que puede separarse para percibir un ámbito del ser equivalente, superior al material. A partir de ahí surgió la jerigonza del bajo y el alto astral, con sus habitantes a juego.
En el libro colectivo Ciencia y pseudociencias: realidades y mitos (Equipo Sirius, 2004), Marisela López Curbelo, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Laguna, indica que esta experiencia del mal llamado viaje astral se produce en ocasiones en el transcurso de experiencias cercanas a la muerte, pero con más frecuencia en condiciones menos críticas como enfermedades, estrés elevado, meditación, hipnosis, crisis epilépticas y consumo de marihuana. Las personas que las experimentan tienen mayores habilidades espaciales y visuales, sueños más lúcidos y vívidos, sufren mayor cantidad de errores perceptivos o alucinaciones, tienen una mayor capacidad para la fantasía y son más sugestionables. No es un proceso patológico, y quienes lo relacionan con fenómenos inexplicables muestran su ignorancia de la existencia de diversos estudios científicos sobre este tipo de alteraciones.
El fenómeno de las “experiencias cercanas a la muerte”, con sus diversos episodios, visión de túnel, sensación de paz, seres luminosos o familiares, revisión de la vida, etc., ha sido colocado en la misma categoría ocultista, pero tampoco hay pruebas de que se trate de algo distinto a procesos cerebrales propios de tal situación extrema (disminución del flujo sanguíneo y del nivel de oxígeno, liberación de endorfinas, etc.). La explicación lógica debe ir en sentido contrario al habitual: no es la prueba de una trascendencia la que tenemos a la vista, sino la prueba de una construcción cultural sobrenaturalista a partir de un proceso fisiológico extremo, pero ontológicamente no diferente de la digestión del almuerzo o de la producción de pus en una herida.
Cuando se tropiece con algún charlatán de los que cuentan que se pegan unos viajes estupendos en el “astral” o que no hay dudas razonables de que otros los realizan, ya sabe a qué atenerse: se trata de un vendedor de la recova del misterio que juguetea con ciertas creencias; “yo he venido a hablar de mi libro”; la materia es mala y mi mundo aromatizado es maravilloso; y pase por caja, que nada de esto es gratis. Para mantenerse lejos del mercadeo del “más allá” en su peligrosa sección de psicología de todo a 100 es recomendable leer lo que ha escrito al respecto Susan Blackmore, por ejemplo.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 06Mar2014.