La piedra era una piedra
Fecha Lunes, 24 febrero a las 09:20:21
Tema Noticias


El 22 de febrero de 2014 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “La piedra era una piedra”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

La piedra era una piedra.

Entre los casi infinitos temas en los que a una porción creciente de gente le encanta mostrar y airear su ignorancia –y presumen de ello- hay muchas marcianadas, entre ellas el propio planeta Marte, que, como saben, se halla ahí al lado, parece un viejo desierto y hay alguna máquina terrícola inspeccionándolo sobre el terreno (bueno, también puede haber alguno especialmente orgulloso de su estupidez que asegure que el Opportunity no está en Marte, sino en algún plató de cine simulando estar en el planeta, de la misma forma que a otros les apasiona hacer el payaso proclamando que los yanquis no llegaron a la Luna en 1969).



Marte, para los humanos, siempre ha sido como un barrio bajo, un barrio de la Tierra donde puede haber gente poco recomendable, o incluso desde donde parte de esa gentuza se puede aventurar a cometer fechorías en nuestro planeta (pregunten por Wells y por Welles). En el siglo XIX, aunque se pensaba que la mayor parte del Sistema Solar estaba habitado, el planeta rojizo pasó a ser el centro de la especulación sobre la habitabilidad de los mundos. El astrónomo italiano Giuseppe Schiaparelli describió “canales” naturales en la superficie marciana que adquirieron carácter artificial al difundirse el descubrimiento en el ámbito anglosajón, traduciéndose canale por canals en vez de channels, que hace referencia a un canal natural en idioma inglés. El astrónomo norteamericano Percival Lowell reforzó esta idea asegurando que los canales eran obra de una supercivilización marciana. Las mejoras técnicas en los telescopios y las fotos del Mariner 9 en 1975 permitieron desechar la existencia de canales artificiales en el planeta.

Cuando Marte, en su órbita alrededor del Sol, se acerca a la Tierra suele ser noticia en la prensa, como si tal coincidencia tuviera alguna importancia. A veces incluyen una imagen en la que se ve a la Tierra y al lado Marte como si fueran una manzana y una ciruela casi pegadas. Será para asustar a las gallinas… Más divertido fue cuando la Viking 1 retrató en 1976 lo que parecía ser un careto y una pirámide en la superficie del planeta y aparecieron algunos aprovechados que aseguraban que se trataba de construcciones artificiales de alguna civilización desaparecida (quizá la que fabricó las pirámides de Egipto, y sin fumar cosas raras). En 2001 la sonda Mars Global Surveyor tomó unas imágenes de mayor resolución y se vio que no eran más que colinas naturales.

La penúltima tontería marciana fue el revuelo en torno a una fotografía del Opportunity el pasado 8 de enero en la que se veía una curiosa piedra que estaba “donde no debería estar”. Las mentes se abrieron, y los conspiracionistas, misteriófilos y demás propagandistas echaron a correr por las calles de Internet, entre ellos un tal Rawn Joseph, un neuropsicólogo loco por salir en fotos en la prensa y partidario de la panspermia que demandó a la NASA porque creía que la piedra era un ser vivo, algo parecido a ciertas especies de hongos terrestres. Tuvo sus cinco minutos de gloria, sin duda, más cuando la NASA pasa por ser una sucursal del lado oscuro de la Fuerza para los más desequilibrados conspiracionistas.

¿De dónde había salido aquel pedrusco móvil? ¿Cómo había llegado hasta allí ese trozo de piedra que en fotos de diciembre no se veía? ¿Quizá alguno de esos extraterrestres de saldo que los ufólogos sin vergüenza venden al por mayor la lanzó contra el rover? Hace algo más de una semana los responsables del cacharrito de fabricación humana que se pasea por Marte encontraron la solución: como era previsible, no era más que un fragmento de una roca más grande rota y movida por las ruedas del veterano vehículo explorador a principios de enero. Supongo que pasará al repertorio de los misterios oficiales, esos que se venden por cuatro euros en revistas multicolores todos los meses y que ni siquiera los dentistas se atreven a poner en las salas de espera de sus consultas.

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Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 24Feb2014.







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