Dinoflagelados ET
Fecha Martes, 28 enero a las 09:08:12
Tema Noticias


El 25 de enero de 2014 se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos” de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Dinoflagelados ET”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

Dinoflagelados ET.

Cuando nuestra mente se halla predispuesta para detectar misterios por doquier es fácil malinterpretar crónicas antiguas y ambiguas y pensar que presentan fenómenos pertenecientes al repertorio contemporáneo del periodismo paranormal. Así ocurrió con una información publicada por un divulgador de historias ocultistas en un periódico local en dos ocasiones, 6-3-1999 y 16-12-2006, donde habla de extraños “barrancos de fuego” en Tacoronte y El Sauzal el 27 de marzo de 1761. Se trata de una cita extraída de una obra costumbrista del siglo XVIII titulada “Memorias. Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII”, de Luis Antonio de la Guerra y Peña (existe una edición de 2002 del Cabildo de Gran Canaria).



La mención al “barranco de fuego” de Guerra y Peña aparece en el contexto de un artículo titulado “Ovnis canarios en el siglo XVIII”, así que ya podrá imaginarse el lector… De la Guerra y Peña usa esta expresión, probablemente de manera inapropiada, en su crónica; pero a continuación el autor dieciochesco se refiere con más precisión al mar al escribir sobre el fenómeno observado por los vecinos del norte: “Haviéndose hecho reflección sobre los motivos que pudieran hazer tomar a las aguas del mar esta apariencia de fuego…”, a lo que añade: “Unos decían que era una especie de telitas que se crían en el agua, que los Pescadores llaman ardentia, i muchas ocasiones se hallaban rodeados de ella, de modo que les parecía estar entre las llamas, i que arrojaban chrispas, pero tan inocentes, que su tacto no tenía el minimo ardor”. Entre las explicaciones que recoge de la Guerra consta la posibilidad de que el fenómeno se tratase de aceite de ballena que se hubiese extendido por la superficie del mar, o bien producto del desove de los peces.

La explicación no reside en ninguna de las sugeridas por de la Guerra y Peña, aunque en su haber está el esforzarse por plantear algunas de carácter racional. Se trató, en realidad, de un fenómeno bioluminiscente producido por microorganismos marinos, las llamadas mareas rojas (http://es.wikipedia.org/wiki/Marea_roja). Conocía esta posibilidad a través de algunos artículos que el escéptico mexicano Luis Ruiz Noguez había publicado en Internet, por ejemplo “Las mareas rojas y luminiscentes”: (http://marcianitosverdes.haaan.com/2006/08/las-mareas-rojas-y-luminiscentes). Confirmé definitivamente este origen al consultar con Alberto Brito, profesor de la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna, que me informó, a la vista de la información facilitada, de que, “con toda probabilidad, se trata de un fenómeno luminoso producido por dinoflagelados del género Noctiluca. La fecha coincide con la época de máxima productividad planctónica que es cuando ocurren estas altas concentraciones de dichos planctobios. Normalmente se producen destellos de noche cuando navegamos, pero el fenómeno intenso se produce cuando hay altas concentraciones”.

El analista barcelonés del mito ufológico Manuel Borraz Aymerich también me aportó información tras una consulta privada. En un informe on line elaborado por Robert F. Staples en 1966 para la U. S. Naval Oceanographic Office (https://archive.org/details/distributionchar00stap) puede leerse (p. 9): “En las aguas costeras de varios grupos de islas, como las Azores y las Canarias, estos espectáculos luminiscentes ocurren en todas las estaciones. La mayoría de las luminiscencias observadas están causadas por grandes bancos de medusas y tunicados transportados a esas áreas por las corrientes dominantes. Alrededor de las Islas Canarias las bioluminiscencias han sido observadas principalmente durante la primavera y el verano, mientras que en las Azores la mayoría de las apariciones ocurren entre abril y diciembre”.

Un fenómeno semejante se produjo el 8 de mayo de 1974 en La Gomera, de lo que se hizo eco La Tarde en su edición de 9 de mayo en portada, con el acompañamiento de una foto de la zona en blanco y negro. Según se dice en el pie de foto, los vecinos de La Cueva, en San Sebastián, vieron cómo las olas llegaban a la playa totalmente rojas. Algunos se alarmaron y otros acudieron a comprobar el suceso. Se trataba, aclara el vespertino, “de una cantidad extraordinaria de huevas de camarones que llegaban a la orilla impulsadas por la corriente”.

Referirse a “ovnis” en siglos pasados es incorrecto y anacrónico porque la creencia en las visitas de alienígenas a la Tierra surge, en gran medida, a partir de 1947. Si queremos hablar de portentos celestes o de otra clase en tiempos anteriores debemos tener el cuidado de no confundir al lector metiendo en el mismo saco rumores antiguos y visiones claramente influidas por la tecnología espacial y la especulación en torno a la vida como fenómeno cósmico.

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Ricardo Campo Pérez.
ACDC. 28Ene2014.







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