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El día 20 de noviembre se cumplen 37 años del fallecimiento, en 1976, de Trofim Denisovich Lysenko. Aprovechamos tal efeméride para reproducir a continuación el artículo sobre su vida y obra escrito por el Dr. José María Riol Cimas, Profesor Titular de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de La Laguna y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. El artículo se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife”, de Santa Cruz de Tenerife, y está disponible en su formato original en la sección “Biblioteca” de esta página web.
El asunto Lysenko.
Durante más de treinta años, desde el comienzo de los años treinta del siglo pasado hasta bien entrados los sesenta, se desarrolló en la Unión Soviética un episodio relacionado con la Biología que, de no mediar sufrimiento, deportaciones, cárcel y muertes, podría parecer más bien una divertida comedia.
En 1927, gracias a un artículo publicado por un corresponsal del diario Pravda, órgano del Comité Central del Partido Comunista, saltó a la fama un oscuro técnico agrónomo que desarrollaba su trabajo en una estación experimental de investigaciones agrarias en Azerbaiján. El sujeto en cuestión era un tal Trofim Denisovich Lysenko (1898-1976) que, en el momento de su descubrimiento para el mundo, sólo tenía veintinueve años. En el artículo se ensalzaba al joven técnico por sus éxitos en la resolución de problemas agrarios y se le adjudicaba el apelativo de “el profesor descalzo”: un hombre del pueblo que resolvía los problemas del pueblo. Justamente el símbolo que necesitaba la revolución agraria que por aquellos años se ponía en marcha bajo el férreo control de Iósiv Vissariónovich Dzhugachvili, más conocido como Stalin. Con el apoyo incondicional de Stalin, que el dictador mantendría hasta su muerte, Lysenko controló absolutamente la Agricultura y la Biología soviéticas. Así tuvo las manos libres para proponer (y llevar a la práctica) las teorías más delirantes que se puedan imaginar, impidiendo el desarrollo de la Biología en la Unión Soviética durante más de medio siglo, dando lugar al monumental retraso que, en tal área, sufre hoy la ciencia rusa, principal heredera de la soviética.
Para Lysenko, la genética mendeliana partía de una “filosofía inaceptable” por basarse en el determinismo genético, y para el nuevo hombre soviético no había determinismos que valieran: lo verdaderamente importante era el entorno. Como creía que el material genético era titubeante en estadios tempranos del desarrollo, cualquier especie, ya fuera animal o vegetal, podía transformarse incluso en otra distinta si se desarrollaba en las condiciones ambientales adecuadas, es decir, si se la reeducaba convenientemente. Y no sólo eso, sino que los nuevos caracteres adquiridos se transmitirían a su descendencia. Lysenko había descubierto a Lamarck... ciento treinta años después. Por lo visto, el trigo se podía transformar en centeno sometiendo a sus cromosomas a unas cuantas sesiones de materialismo dialéctico.
También la teoría de la evolución de Darwin era para Lysenko políticamente incorrecta. Uno de los principios básicos del darwinismo, la competencia de los individuos de una especie por los recursos limitados, era asimismo inaceptable, pues los individuos no tenían que competir sino colaborar en beneficio de la comunidad. Así, cuando a principios de los años cincuenta se puso en marcha el plan estalinista para la transformación de la naturaleza, con la plantación de muchos millones de árboles para proteger las estepas de los vientos del este, Lysenko decidió que debían plantarse en grupos en vez de hacerlo individualmente; de este modo, juntos, los árboles marxistas-leninistas cooperarían y crecerían robustos. El resultado fue desastroso: años después sólo había prosperado el 4% de los robles plantados. Se estima que, gracias a Lysenko, en este plan fallido se perdieron mil millones de rublos de aquellos años.
Lo que no se puede negar es que Lysenko era un hombre de fe. De fe soviética, pero fe en cualquier caso, si nos atenemos a lo que él mismo escribió: “A fin de obtener determinado resultado, hay que desear obtener precisamente ese resultado; si se quiere obtener determinado resultado, se obtendrá”.
Lysenko, mientras ponía en práctica sus estrafalarias teorías y provocaba hambrunas en su país, tuvo tiempo para ocuparse adecuadamente de los que se oponían a sus ideas. Consiguió acabar con la genética mendeliana soviética, que pasó a considerarse una deslealtad al Estado, así como con sus más destacados adversarios, como Nikolai I. Vavilov, director del Instituto de Genética de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Vavilov fue arrestado en 1940 y enviado a un campo de concentración, para morir en Siberia en 1943. Precisamente en 1940 Lysenko se convirtió en el nuevo director del Instituto de Genética...
Hay pocas cosas más peligrosas que un analfabeto con poder. Una de ellas es... un par de analfabetos con poder. Lysenko y Stalin, dos analfabetos, consiguieron arruinar la Agricultura y la Biología soviéticas y provocar la muerte por hambre de miles de personas.
Estos hechos llegaron a su punto álgido hace más de cincuenta años, pero las intromisiones en el quehacer científico por parte del poder político se siguen repitiendo hoy adoptando muy distintas formas; también en los países que se proclaman democráticos y, cómo no, también en los países democráticos que dicen tener gobiernos progresistas. Cuando el poder político de un país decide endosar su ideología a la ciencia, lo hace. Basta con que ese país tenga en el poder al chiflado adecuado en el momento oportuno.
Figura: Bandera y escudo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en un sello de correos de 1988. La imagen de este sello de correos se ha utilizado exclusivamente con fines docentes y divulgativos, sin ánimo de lucro.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
JMRC.
ACDC. 20Nov2013.