El 2 de septiembre se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife”, el artículo titulado “Todo es mágico”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.
Todo es mágico.
La palabra magia es un baúl en el cabe todo aquello que despierta emociones positivas. La suelen usar quienes tienen temor de no estar a la altura en el momento de expresar una sensación emotiva o estética agradable, desde publicistas a psico-amanerados de la New Age imbuidos de pensamiento mágico, precisamente. En estos casos más bien parece que lo que ocurre es que la competencia lingüística de todos ellos no es nada “mágica”, sino limitada y del montón.
Sacar a relucir la magia (ya sea de un nuevo modelo de coche, de un paquete de vacaciones, de la habilidad de un sacacuartos nocturno del tarot o de una fraudulenta medicina alternativa) es una variante popular o rebajada de ese pensamiento mágico que he citado anteriormente. El pensamiento mágico es, a su vez, una expresión técnica para referirnos a las supersticiones. Una de las principales características de la forma mágica de pensar es el establecimiento de conexiones entre un símbolo y lo que representa, entre el cielo y la tierra (la astrología, creencia inútil, es el ejemplo más importante) o entre las piedras semi-preciosas y algunas partes del cuerpo humano, entre otras muchas. Por ejemplo, por citar una de esas supuestas influencias astrales, incluso entre los técnicos sanitarios que atienden en las salas de partos se puede encontrar la creencia de que en noches de Luna llena nacen más niños. Esto es falso como cualquier otra relación entre gigantescos cuerpos cósmicos y pequeños cuerpos humanos (más allá de la gravedad y algunas radiaciones). Pero no queda ahí la cosa: si lo de la Luna y los nacimientos demuestra que la gente no domina la estadística, en otros casos estamos ante sujetos que perdieron cualquier escrúpulo hace muchos años, como el caso, a finales del mes pasado, del director de una de esas revistas-basura de misterios al que se le ocurrió afirmar que el accidente de tren en Santiago de Compostela el 24 de julio se debió al “incremento de la radiación cósmica que llega a la Tierra” (en el imprescindible blog Magonia, de Luis Alfonso Gámez, se puede leer la información completa).
Que estos personajes tengan el descaro de soltar semejante barbaridad y se queden tan panchos demuestra que abunda la gente que cree y comulga con estupideces de ese y otros muchos calibres. Visitantes espaciales, conspiraciones imposibles, casas encantadas, sueños premonitorios, sensaciones de conexión totalizadora con el cosmos y otros muchos tópicos del mundillo de los buhoneros de lo alternativo son ejemplos que delatan un pensamiento mágico. Según algunos psicólogos, parece haber una base neurobiológica en las manifestaciones del pensamiento mágico, ya que todos los seres humanos, en alguna medida, mostramos comportamientos que pueden caer en su amplio campo semántico. Que tal rasgo de nuestra mente-cerebro no se convierta en dominante es tarea del escepticismo y el pensamiento crítico, principales enemigos de los periodistas de lo insólito y del misterio patrañero como el de una cadena privada los domingos por la noche, e incontables programas de radio (algunos en la cadena pública). Para contrarrestar esta maraña de cuentos y cuentistas, es recomendable leer El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, y ver de nuevo, a pesar de cierto exceso de romanticismo, su serie televisiva Cosmos (hay capítulos en Youtube), producción que hoy sería tabú en la televisión porque no se aprovecha de la ignorancia del espectador, sino que intenta que aquélla se reduzca. Podría decirse que intentar esto hoy en la televisión sería casi subversivo.
Categoría: Publicaciones Recomendadas.
RCP.
ACDC. 03Septiembre2013.