El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia, divulgación
Fecha Lunes, 27 abril a las 10:01:07
Tema Noticias


Publicamos a continuación una reseña del libro “El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia, divulgación”, escrito por Carolina Martínez Pulido, Doctora en Biología, profesora jubilada de Biología de la Universidad de La Laguna (ULL) y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica (ACDC) de la ULL.

El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia, divulgación.

Oliver Hochadel es un acreditado historiador de la ciencia, nacido en Alemania en 1968, que durante casi veinte años ha ejercido como periodista científico; en la actualidad es científico titular en el CSIC de Barcelona. El ámbito principal de trabajo de este investigador es la interacción entre la ciencia y sus públicos a lo largo de la historia, tema que le ha conducido a embarcarse en la historia reciente de los orígenes humanos. Como resultado de su trabajo publicaba en 2013, bajo el título de “El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia, divulgación”, un libro tan interesante como original.

Esta obra, que consta de ocho capítulos, Notas, Bibliografía e Índice onomástico, nos ofrece una visión de los yacimientos de Atapuerca desde una novedosa perspectiva. En palabras del autor, el libro «no pretende ser una historia del proyecto de investigación de Atapuerca como tal. Es una reconstrucción crítica de esta historia de éxito tal como la contaron los propios investigadores, de cómo los medios de comunicación españoles hilaron con júbilo esta narrativa en un cuento ejemplar sobre la ciencia española, y de cómo políticos, historiadores y otros actores de la escena pública se apropiaron este material altamente mediático e ideológicamente cargado sobre los orígenes humanos para sus propios fines, a menudo muy diversos» (página 26).



Salta a la vista que nos encontramos con una obra muy diferente a las que estamos acostumbrados a leer sobre los célebres yacimientos, y en ello precisamente estriba su notable interés. Estemos o no de acuerdo con los argumentos de Hochadel, no cabe duda de que están escritos por una persona con un conocimiento muy detallado de la historia de las excavaciones y de su relevancia científica. Es, además, incuestionable que nos ayuda a comprender los mecanismos que mueven el saber científico en sus esfuerzos por alcanzar un reconocimiento lo más amplio posible.

En el capítulo 1, que tiene un carácter introductorio, el historiador expone que la tesis de su trabajo se apoya en que «el enorme éxito del proyecto Atapuerca suele explicarse si se atiende a la comunicación de los descubrimientos y sus interpretaciones». Y, dado que estamos reseñando este libro desde el Aula Cultural de Divulgación Científica de una Universidad, nos parece muy oportuno detenernos en las reflexiones que sobre la popularización de la ciencia hace un divulgador científico tan experto como Hochadel.

La popularización de la ciencia, que en las últimas décadas se ha convertido en uno de los grandes temas de la historia de la ciencia, «sirve −según el autor− para mucho más que para explicar las complejidades de un tema a un público no iniciado». En primer lugar, Hochadel sostiene que sería bastante más adecuado hablar de los públicos, en plural, ya que «dependiendo de su audiencia y de sus propios objetivos, los científicos hablarán de su trabajo en términos diferentes y lo envolverán en narrativas específicas».

Por otro lado, el investigador advierte que los  divulgadores científicos no deberían abusar del término popularización tal como se ha venido usando tradicionalmente porque «transmite la idea de una estructura jerárquica y una comunicación vertical de arriba abajo». La comunicación científica más bien debe entenderse como «un campo dinámico con distintos actores y redes», lo que evidentemente alterará nuestra percepción de lo que llamamos gran público. «El público −continua Hochadel− ya no se contempla como un receptáculo pasivo y vacío en el que se derrama contenido científico precocido. […]. Numerosos estudios han evidenciado que la gente entiende el mensaje que se le envía de manera creativa y propia, integrándolo en su comprensión personal del mundo que le rodea. El reto de este libro es comprobar si esto se aplica al caso de Atapuerca y de qué manera sus investigadores interactúan con sus diversos públicos».

Tras repasar todos los esfuerzos realizados por el equipo de Atapuerca para popularizar su obra, Hochadel quiere dejar claro que no es de su competencia enjuiciar hasta qué punto los investigadores han ido demasiado lejos a la hora de vender su proyecto. «Como historiador, tengo que mantener cierta distancia y evitar el tono laudatorio y triunfante tan característico del discurso sobre Atapuerca en España. Hace falta una metaperspectiva» (página 30).

Con el fin de dejar claro su objetivo, puntualiza que «la ambición de este libro es reconstruir los numerosos contextos científicos, históricos, políticos e ideológicos en los que se desarrolló el proyecto Atapuerca, a escala nacional e internacional.» Y más adelante añade que el proyecto representa «la lucha de la España democrática para establecerse en Europa como una nación moderna, buscando la excelencia investigadora».

Partiendo de la idea de que el punto de vista de un historiador, su formación y sus experiencias conforman de manera inevitable su obra, Hochadel sugiere: «Puede que la perspectiva etnográfica de un forastero, su ignorancia y su inocencia cultural le permitan contemplar el proyecto desde una nueva luz. [Atapuerca] flota en una burbuja nacional de orgullo y euforia, cuya existencia pasa en gran medida inadvertida para quienes están dentro. Porque esta burbuja sólo puede verse desde fuera».

El capítulo 2 esboza la historia de la arqueología prehistórica y de la paleoantropología en España desde finales del siglo XIX. «El hilo conductor es la longevidad de la idea de colonialismo científico», caracterizado −según el autor−  porque desde los días de Altamira «la prehistoria española ha estado presuntamente dominada (y sus riquezas explotadas) por investigadores extranjeros». Al respecto, Hochadel concluye que «un siglo más tarde, los investigadores de Atapuerca se enorgullecen de haber vencido sobre esta humillación nacional».

El tema del capítulo 3 hace referencia al hallazgo en 1994 de los fósiles de una nueva especie de homínido, Homo antecessor. Pero, Hochadel pone el dedo en la llaga al recordar que «la afirmación de que esta especie es el ancestro común del que descendemos nosotros y los neandertales sólo fue aceptada en España y casi unánimemente rechazada por los estudiosos foráneos». Cabe apuntar aquí que, efectivamente, en la comunidad internacional no hay consenso ni siquiera en admitir a H. antecessor como una especie nueva.

«En la historia de la paleoantropolgía −continua Hochadel en el capítulo 4−, los fósiles de homínidos siempre han sido susceptibles de instrumentalización en discursos sobre la identidad nacional» y en tal sentido afirma que los célebres fósiles de Atapuerca, como el chico de la Gran Dolina o Miguelón, se han convertido en «embajadores» de su país.

A continuación, el capítulo 5 hace referencia a la, según Hochadel, estrecha alianza entablada entre el periodismo español y el equipo de investigación de Atapuerca con «objeto de contar historias que se vendan bien». No obstante, el autor también puntualiza que un examen a fondo del tema revela que los investigadores «parecen estar atrapados entre la demanda mediática de historias de gran impacto y su propia condición de científicos serios».

El capítulo 6 está dedicado a los libros de ciencia populares sobre los orígenes humanos. Partiendo de que los tres codirectores: Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell han sido autores y coautores de numerosos libros, Hochadel hace hincapié en el papel de sus obras a la hora de exponer teorías nuevas y reforzar sus tesis científicas, lo que les ha dotado de «una autoridad que va más allá de su especialidad como paleoantropólogos y arqueólogos».

Otra poderosa herramienta de la comunicación científica, nos recuerda Hochadel en el capítulo 7, es la visualización de los homínidos. La capacidad de un paleoartista para convertir unos fósiles fragmentados en un homínido con apariencia de vida resulta crucial para despertar el interés del público en los orígenes humanos. «No sólo satisface la necesidad del público de ver a sus ancestros −especifica el historiador−, sino que también influye en los propios científicos, en cómo entienden su objeto de estudio. […]. La reconstrucción y la colaboración con el paleoartista pueden suscitar discusiones fructíferas que permiten examinar cuestiones científicas desde nuevos ángulos».

En el último capítulo, el octavo, Hochadel centra nuevamente su atención en al amplio abanico de iniciativas del equipo de investigación de Atapuerca a la hora de popularizar su trabajo. Tras exponernos unas más que interesantes reflexiones, concluye que si este equipo hubiera puesto menos énfasis en su proyección pública, «con toda probabilidad habría tenido mucho menos impacto». Es imposible, enfatiza el autor, «separar nítidamente la esfera de la investigación y la esfera de la popularización (o para ser más precisos, el discurso público sobre la ciencia)». Además, también hace hincapié en un aspecto nada desdeñable: «el reconocimiento público resulta decisivo a la hora de asegurar el apoyo financiero para el éxito de un proyecto.»

Desde la respetable posición que le otorga su categoría de reconocido historiador especializado en divulgar la ciencia, Hochadel atestigua que «la investigación científica no tiene lugar en un espacio vacío, y la investigación de los orígenes humanos ciertamente es una de las disciplinas donde esto es más evidente. […]. Es imposible separar nítidamente la esfera científica y la esfera pública». Y para terminar afirma: «uno no puede no comunicarse».

El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia y divulgación
Oliver Hochadel.
Ediciones UAB (Universidad Autónoma de Barcelona). Colección «El espejo y la lámpara».
Barcelona (2013), 383 páginas.
ISBN: 978-84-939695-4-7.

Categoría: Publicaciones Recomendadas.

Carolina Martínez Pulido.
Doctora en Biología.
ACDC. 27Abr2015.







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