'El último científico vivo del proyecto Manhattan nos enseñó a no juzgar'
Fecha Miércoles, 04 marzo a las 10:20:13
Tema Noticias


J. I. Latorre, profesor de Física Teórica de la Universidad de Barcelona.

La pasada semana se presentó el documental That’s the story, donde el único superviviente del proyecto Manhattan, el premio Nobel Roy J. Glauber (Nueva York, 1925), narra sus experiencias en el Laboratorio de Los Álamos de EE UU. Allí, junto con los grandes físicos de la época, colaboró en la creación de la primera bomba atómica. El productor del filme es el catedrático José Ignacio Latorre (Barcelona, 1959), que coincidió con Glauber en el Centro de Ciencias Pedro Pascual de Benasque (Huesca).

¿Cómo surge la idea de rodar este documental?

Hace unos años Glauber, al que dieron el Nobel por su aportación a la teoría de la coherencia de la luz, participó en un congreso de óptica cuántica en el Centro de Ciencias Pedro Pascual de Benasque (Huesca). Allí, mientras tomábamos un mojito, me di cuenta de que era el último científico vivo de la emblemática División Teórica del proyecto Manhattan –en la que participaron personalidades como Oppenheimer, Fermi, Teller, Bethe o Feynman–, así que decidimos entrevistarle. Además contacté con el Laboratorio Nacional de Los Álamos y me enviaron 18 DVD con vídeos, audios y fotografías. Con todo hemos enlazado un documental de 30 minutos, aunque este año lo ampliaremos a 52 minutos para ajustarnos al formato de los grandes canales, como ARTE.



¿Ha costado mucho sacar el proyecto adelante?

Bueno, lo hemos hecho esencialmente sin dinero, con voluntad, porque creemos en los conceptos nobles de la ciencia. A mí me impresiona pensar que la última voz del proyecto Manhattan haya quedado en Benasque. Glauber ofrece un testimonio fidedigno, sin elaboraciones, sin sesgos, el de una persona que vivió aquellos acontecimientos. Es una pieza de historia auténtica, de verdad, la última voz del proyecto Manhattan.

¿Cómo valora los resultados?

Hemos presentado el documental en diversos foros académicos, como el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN), el Instituto Niels Bohr (Copenhague), la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y esta semana en la Universidad de Barcelona; y en cada visionado hemos detectado la transcendencia que transmite el documental. No hay manipulación. La edición ha sido escrupulosamente neutra. Las imágenes del bombardeo están en silencio absoluto. No se busca ni la saña ni la opinión. No hay juicios.

¿Se ofrecen imágenes inéditas?


Todas las imágenes de los Álamos fueron clasificadas como material secreto. No se podían sobrevolar las instalaciones ni hacer fotos particulares, así que la vida familiar o las salidas de excursión de los científicos, por ejemplo, no se han podido ver hasta que se han desclasificado. Afortunadamente hemos tenido acceso a ellas y mostramos esa parte humana del proyecto Manhattan, cuyas imágenes más conocidas hasta ahora eran los ensayos nucleares y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

¿Y qué hacían aquellos científicos en su tiempo libre?

Tenían fiestas y bailes en los barracones. Iban al supermercado que surtía el ejército. A veces salían de excursión a los alrededores y a Santa Fe, la ciudad que estaba más cerca del complejo militar. También tenían cine tres veces en semana por 10 céntimos. Y como era una capa de población joven, tuvieron muchos hijos. En el primer año nacieron 80 bebés, y en el segundo ya había 300.

¿Cómo fue la relación y la entrevista con Glauber?

El hombre está de vuelta de todo y es consciente de que está dejando esa voz que sirve de testimonio. Es muy equilibrado, increíblemente articulado. Escoge las palabras con una finura…El vocabulario, acertado siempre. Es un amante de la buena dicción. Como me decía, es hijo de comerciales y haber pasado bastante tiempo en la carretera cuando era niño le enseñó a hablar bien.

¿En qué momento de su vida se implica Glauber en el proyecto Manhattan?

Él entró a los 18 años cuando estudiaba 3º de carrera y cursos de doctorado (todo a la vez, gracias a sus sólidos conocimientos matemáticos) en la Universidad de Harvard. La intención era formarse lo más rápidamente posible para poder ayudar en aquellos momentos difíciles, donde muchos de sus compañeros habían muerto. Por entonces ya había 10.000 fallecidos en Harvard. Había una presión muy grande por participar en los esfuerzos bélicos, y fue captado como la persona brillante que era para el proyecto Manhattan, que dirigía el físico Robert Oppenheimer.

¿Cuál era el principal problema científico y técnico al que se enfrentaron en los Álamos?

Primero desconocían si la reacción en cadena que planeaban se mantendría lo suficiente para hacer una bomba, porque si no, la explosión se quedaría en nada. Se tuvo que rodear un núcleo con una capa de material que hacia rebotar a los neutrones para tener más fisiones, pero eso al principio no se sabía. Otro problema es que cuando pensaron poner explosivos convencionales para comprimir el núcleo de una determinada manera, no se lograba. Las explosiones eran erráticas y la bomba se destrozaba sin suceder nada. Conseguir que la implosión fuera correcta implicó la sustitución del responsable estadounidense que estaba al frente por otro polaco que encontró la solución.

¿Tuvieron conflictos éticos o morales respecto a lo que estaban haciendo?

En todo el proyecto solo dos científicos dejaron el proyecto a la mitad cuando descubrieron que se trataba de fabricar una bomba, pero el resto llegó hasta el final. Las discusiones éticas son a posteriori, no durante el tiempo de la creación de la bomba. Glauber dice que hubo un periodo de silencio de un mes tras el ensayo Trinity de la primera bomba, donde empezaron a comprender que tenían entre manos un arma potentísima. Cuando acabó el proyecto en el año 1945, muchos de los participantes no quisieron volver a saber nada más de aquello y hubo una dispersión de intereses. Glauber, por ejemplo, se dedicó a la fotónica.

¿Qué es lo que más le impactó de sus palabras durante la entrevista?

Lo que más me impresiono a mí y a la directora principal del documental, María Teresa Soto Sanfiel (profesora en la Universidad Autónoma de Barcelona), es que subliminalmente Glauber nos enseñó a no juzgar. Nos contó muchas anécdotas de lo que pasó el mismo día que ocurrió el bombardeo de Hiroshima, como que todos salieron a notificar a sus parientes que ya no morirían sus hijos. Cosas que no hemos pensado nunca. Él obviamente hubiera preferido que no hubiera pasado todo aquello, pero nos habló de las barbaridades que se estaban produciendo en Japón. Allí el 80% de su PIB estaba dedicado a la guerra, a crear armas, y todos los ciudadanos debían colaborar. Incluso, cuando cayó la primera bomba, algunos generales nipones no se querían rendir porque el honor del país merecía la vida de los 60 millones de japoneses. Fue una autentica vorágine de locura, un poco como sucedió con el nazismo.

¿Detrás del proyecto Manhattan está el comienzo de la Guerra Fría?


Absolutamente. Después de muchas discusiones con historiadores, hay consenso en que la bomba no se tiró para terminar la guerra con Japón, sino para establecer las premisas de la Guerra Fría.  En la Conferencia de Potsdam (verano de 1945) EE UU hace público que dispone de esta bomba a los aliados Churchill y Stalin. Rusia declara la guerra a Japón al tiempo que caía la bomba sobre Nagasaki. Quería parte del pastel, algo a lo que se opone EE UU, que utiliza la bomba para dar un aviso a todo el mundo. Es el principio de la Guerra Fría. Aunque también fue el comienzo de la gran ciencia en instalaciones enormes. De hecho, investigadores de los Álamos participaron en la creación del CERN, donde se replica esa idea de invertir mucho dinero e implicar muchas instituciones en un gran proyecto científico común.

¿Qué lección aprendemos del proyecto Manhattan?

Insisto en lo de no juzgar. Es una parte de la historia que nos enseña a ser un poco más reflexivos, algo que se hace muy poco hoy en día, donde juzgamos en cuestión de segundos. La gran pregunta que deberíamos hacernos es qué habríamos hecho nosotros en su situación. Yo lo tengo claro, seguro que si hubiera visto morir a mis compañeros de clase, habría actuado como los científicos de aquel proyecto.

Fuente: SINC

Enrique Sacristán | | 28 febrero 2015 09:00

Figura: El documental That’s the story ha sido producido por el catedrático José Ignacio Latorre de la Universidad de Barcelona. / UB/ CCBPP

Categoría: Matemáticas, Física y Química. Física.

Noticia procedente del Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC). http://www.agenciasinc.es/

Publicado por el ACDC el 04Mar2015.







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