En ella encontrarán toda la información sobre las actividades desarrolladas por el ACDC de la Universidad de La Laguna (Tenerife) en relación con nuestros intereses: la divulgación científica, el análisis objetivo de las pseudociencias y la difusión del pensamiento crítico.  
Síguenos
Escépticos en el pub (Canarias)
Nuestra Universidad
Nuestra web hermana

La página web de los Cursos Universitarios Interdisciplinares de Extensión Universitaria “Ciencia y pseudociencias” de la Universidad de La Laguna
Petición

Pide que los remedios homeopáticos indiquen que su eficacia no está demostrada
El ACDC se adhiere

¡Fírmalo tú también!
No al recorte del Presupuesto en I+D
Otras Opciones
· Galería de Imágenes
· Consultas
· Encuestas
· Buscador
· Recomiéndenos
· Tu Cuenta
Usuarios Registrados
Nombre de usuario

Contraseña

Si todavía no tienes una cuenta, puedes crearte una. Como usuario registrado tendrás ventajas como enviar comentarios en los artículos o recibir información de nuestras actividades.
Investigación de campo y de salón
 

El 5 de septiembre se publicó en “Principia”, el suplemento de divulgación científica del periódico “Diario de Avisos”, de Santa Cruz de Tenerife, coordinado por Verónica Martín, el artículo titulado “Investigación de campo y de salón”, escrito por Ricardo Campo Pérez, Doctor en Filosofía y miembro del Aula Cultural de Divulgación Científica. Por su gran interés lo reproducimos más abajo. Se puede descargar el artículo en su formato original en ESTE ENLACE.

Investigación de campo y de salón.


Una de las falacias más asentadas en el mundillo de los misterios de todo a cien con que nos deleitan los ocultistas y periodistas de lo insólito es la separación entre investigación de campo y de gabinete, también despectivamente llamada de salón, porque nada bueno puede salir de un salón en lo que a investigación se refiere, como el lector seguramente sabe (?).



En la sencilla y errónea representación mental que se suelen hacer los aficionados a cosas como las apariciones de fantasmas, los platillos volantes que se posan cada media hora en diferentes partes del mundo, las visiones del chupacabras y otros grandísimos enigmas de la ciencia contemporánea, la investigación auténtica es la que realizan unos tipos vestidos de coronel Tapioca para ciertos programas televisivos y para algunas revistas mensuales de desechos del sentido común. El investigador “de campo” es aquel que infaliblemente entrevista a pie de terreno al que divisó el platillo volante o el fantasma y recaba su valioso testimonio. El “de salón” sería aquel que no entrevista personalmente a los testigos y que se limita a dar “opiniones” basadas en los datos obtenidos por los primeros. En este planteamiento falaz, los campestres se creen una especie de aventureros y los caseros son presentados como unos aprovechados que se limitan a sentenciar desde un ordenador sin acercarse a las sacrosantas fuentes del misterio: los testigos. Todo ello se convierte, con frecuencia, en una patraña vendida al peso en la plaza pública para el enganchado a la droga del pensamiento mágico y a las posibilidades desbocadas.

Como sabe cualquier investigador, por ejemplo un arqueólogo o un botánico, no es posible separar ambas facetas de la investigación. A todo el mundo le gusta calzarse unas botas y ponerse un chaleco de camuflaje e irse al campo a buscar lo que toque; pero a muchos menos les apetece pasarse horas en el laboratorio mirando por el microscopio pequeños fragmentos recolectados y consultando manuales en busca de identificación (y esto es sólo el principio). Con lo que los medios de comunicación venden por misterios pasa lo mismo: son asuntos que atraen al interesado joven cuya imagen de lo que es un investigador consiste en, dado el caso, aquel carnaval chungo que fue Planeta encantado, que nos administraron cual supositorio innecesario por partida doble en la Televisión pública hace algunos años. Reciclar el repertorio pseudocientífico de Planete, de Jiménez del Oso y de sus revistillas y poner caras de “me lo creo todo” fue el contenido y el continente que llegó a muchos televidentes, que a partir de entonces debieron pensar qué divertido, apasionante y guay es esto de la ciencia: pasearse por una selección de famosos yacimientos arqueológicos del mundo y soltar las paridas de la ultra-ortodoxia del misterio. Ah, y por supuesto sin voces discordantes ni críticos, porque todo esto es una pose y un mundo de maravillas precocinadas, no un debate entre gente preocupada por hallar la verdad (véase http://blogs.elcorreo.com/magonia/category/dossier-planeta-encantado).

La faceta de misteriolandia en la que esa absurda dicotomía entre campo y salón se manifestó con más fuerza fue en la moribunda ufología, convertida ahora en una especie de sanatorio psiquiátrico de Internet en el que cada fulano compite con el resto por soltar la estupidez más gorda, sin freno, sin filtros y sin vergüenza. Nuestros periodistas del más allá cósmico nos contaron durante décadas que cada fin de semana aterrizaba una nave extraterrestre en algún arcén de las carreteras españolas. Esta super-trola venía acompañada de la necesaria investigación en el terreno, que consistía en una conversación con el testigo de la supuesta aparición y su publicación en los medios especializados, todo ello adornado con un poco de poesía basta y presunciones para que la mente del lector creyente chispeara de gusto. Los “investigadores” aparecían casi siempre en las fotos (el autobombo fue siempre una de sus obsesiones) con un brazo estirado y señalando con un dedo al pretendido lugar en el que había ocurrido la cosa. También era frecuente que se deslizara la palabra nave en la conversación aunque el testigo no la empleara, y que los calificativos de tipo florido acompañasen a la, a menudo, prosaica descripción del protagonista. Todo ello convertía una visión que podía tener una fácil explicación de caer en manos adecuadas en una película de suspense en la que el periodista se convertía en protagonista y adalid de la honra del testigo. Estar en el lugar y hablar con el protagonista del misterio concedía un derecho imaginado que otros, desde su casa, no podían adquirir, so pena de ser tratados de “detractores” y “desprestigiadores”, entre otras milongas. 

A nuestros periodistas alternativos no les interesó nunca la explicación de los fenómenos. Embrollando lo ocurrido pasaban por ser doctores Livingstone ante los que se lo creen todo, por muy absurdo que sea. Pero lo cierto es que la gran mayoría de esos cuentos de misterio tenían una explicación alcanzable, incluso aunque sus autores vivieran a miles de kilómetros del lugar de los hechos. Así, el mejor artículo sobre los misterios del cielo en Canarias fue escrito por Manuel Borraz desde el salón de su casa en Hospitalet: http://www.ikaros.org.es/galdar.pdf; Juan Carlos Victorio realiza una inestimable labor de aclaración histórica en su blog Misterios del aire: http://misteriosdelaire.blogspot.com.es sentado en el sillón de su casa en Guipúzcoa; y la gente de La mentira está ahí fuera usa su cerebro al cien por cien desde diversas partes del mundo para poner en claro los bulos que circulan por Internet: http://www.lamentiraestaahifuera.com

Categoría: Publicaciones Recomendadas.

RCP.
ACDC. 06Sep2013.


Enviado el Viernes, 06 septiembre a las 14:49:56 por divulgacioncientifica (847 lecturas)
 
Opciones

 Imprimir  Imprimir                

 Enviar a un Amigo  Enviar a un Amigo

"Usuarios Registrados" | Entrar/Crear Cuenta | 0 Comentarios
Los comentarios son propiedad de quien los envió. No somos responsables por su contenido.

No se permiten comentarios Anónimos, Regístrese por favor