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Nobel a la enzima de la inmortalidad
 
Tres científicos estadounidenses han ganado el premio Nobel de Medicina por descubrir dos piezas claves del envejecimiento y el cáncer. Se trata de los telómeros los extremos de los cromosomas y la telomerasa, conocida como la enzima de la inmortalidad. Esta proteína protege a los cromosomas del desgaste asociado a la división celular, pero también ayuda a que las células del cáncer puedan reproducirse continuamente e invadir nuevos tejidos.

El premio de 10 millones de coronas suecas (un millón de euros) ha recaído en Elizabeth Blackburn, investigadora de la Universidad de California en San Francisco, su ex colaboradora Carol Greider, que ahora trabaja en la Universidad Johns Hopkins, y el científico de la Universidad de Harvard Jack Szostak.

A principios de la década de 1980, los tres científicos colaboraron en resolver una pregunta sobre la división celular que tenía más que ver con la ciencia básica que con la medicina. Más de 20 años después, sus descubrimientos sobre cómo los telómeros y la telomerasa protegen a los cromosomas han abierto una importante vía en la investigación de nuevos tratamientos contra el envejecimiento y el cáncer. En concreto, se están probando en humanos varios medicamentos basados en inhabilitar la telomerasa de las células cancerosas con vacunas y otros métodos.

El fallo del jurado es un triunfo para la investigación básica. También es la primera vez que dos mujeres reciben el Nobel en una misma categoría y año.

«Sus descubrimientos añaden una nueva dimensión a nuestro entendimiento de la célula, detallan nuevos mecanismos de enfermedades y han estimulado el desarrollo de nuevas terapias», ha señalado en un comunicado de prensa el jurado del premio.


Secuencia protectora

Blackburn y Szostak identificaron por primera vez los telómeros en 1982, cuando intentaban averiguar por qué los cromosomas no se acortan después de dividirse para crear una nueva célula, como sería lógico. Se centraron en una secuencia de ADN que se situaba al final de los cromosomas de un microorganismo modelo llamado Tetrahymena. Esa misma secuencia consiguió proteger cromosomas de una especie de levadura que habían sido acortados adrede. El hecho de que la protección sucediese entre especies quería decir que había un mecanismo universal detrás del papel protector del telómero, lo que han confirmado estudios posteriores. Blackburn suele comparar los telómeros a la punta plastificada de un cordón. Cada vez que los cromosomas se dividen para crear una célula nueva, los telómeros garantizan que todo el ADN enrollado en el cromosoma no se deshilache, lo que causaría mutaciones y enfermedades.

Por su parte, Greider, que por aquel entonces trabajaba en el laboratorio de Blackburn, descubrió una enzima que parecía cerrar el círculo de la división cromosómica. Los telómeros se van acortando a medida que una célula se divide, lo que de alguna manera regula su edad, ya que, si desaparecen, la célula muere. Greider y su directora descubrieron que la telomerasa alarga los telómeros y repara su desgaste. Los científicos premiados demostraron en estudios posteriores que tanto los telómeros como la telomerasa son claves del envejecimiento. Cuando estos son cortos o la enzima está dañada, se precipita el envejecimiento celular. Por el contrario, unos telómeros largos y una telomerasa activa alargan la vida.

Los beneficios asociados a los telómeros y la telomerasa también pueden ser inconvenientes. Mientras en muchas células adultas la actividad de estos dos componentes está regulada, de manera que se produce una progresión natural al envejecimiento, todo se trastoca en las células del cáncer. Las células cancerígenas tienen una telomerasa muy activa, lo que las ayuda a ser inmortales y reproducirse sin límites. Es decir, lo que puede hacer células sanas más longevas, también alimenta a células dañinas que destruyen el organismo.

Por ahora, los descubrimientos de los tres premiados no han saltado al campo de los tratamientos, aunque ya hay varios productos que se están ensayando en humanos. Es el caso del medicamento GRN163L desarrollado por la empresa Geron, que funciona bloqueando el aumento de la actividad de la telomerasa en las células de un tumor. Otros medicamentos experimentales funcionan como vacunas que tratan a la telomerasa de las células enfermas como un patógeno. La mayoría de tumores registra este crecimiento de la telomerasa, lo que la hace un objetivo envidiable al tratarse de una diana terapéutica casi universal, frente a otras que sólo se encuentran alteradas en una pequeña proporción de tumores.

Enviado el Miércoles, 07 octubre a las 19:16:52 por divulgacioncientifica (9224 lecturas)
 
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